La mayoría
de los hombres tienen, igual que las plantas,
propiedades ocultas que el azar
pone de manifiesto.
Es tan fácil engañarse a uno mismo sin darse cuenta como difícil
engañar a los demás sin que se den cuenta.
Lo que distingue a las mentes despejadas es el dar a entender
en pocas palabras muchas cosas, por el contrario los romos tienen el don de
hablar mucho y de no decir nada.
La suerte y el temperamento gobiernan el mundo.
Nada más fácil que perdonar a nuestros amigos los defectos
que no nos conciernen.
En la amistad, como en el amor, a menudo se es más feliz por
las cosas que se ignoran que por las que se saben.
Apruebo en extremo las hermosas pasiones; son señal de
grandeza del alma.
Hay algunos defectos que, bien manejados, brillan más que la
misma virtud.
Sólo las personas que tienen fortaleza son capaces de obrar
con verdadera humanidad.
La elegancia es al cuerpo lo que la agudeza a la mente.
La razón de que se combatan tan acerbamente las máximas que
descubren el corazón del hombre es que se teme verse descubierto en ellas.
Solo deberíamos sorprendernos de que aún podamos
sorprendernos.
La locura más sutil se hace con la más sutil de las corduras.
La fortaleza de los hombres juiciosos no es más que el arte
de encerrar el propio desasosiego dentro del corazón.
El amor, igual que el fuego, no puede subsistir sin un
movimiento continuo, y se extingue cuando se deja de esperar o temer.
Máximas escogidas por Javier Recas en
Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo.
Ensayo. Biblioteca nueva
Ensayo. Biblioteca nueva